Querido Papa Francisco:
Pon la luz del Señor en tu mirada cuando vayas por los caminos de ésta
patria, porque seguramente ella traerá la paz a mi querido México; y aunque
veas que su suelo ha sido mancillado por los malos que han derramado tanta
sangre, dale tu bendición para que los deudos puedan encontrar consuelo y mira
sus ojos, porque por primera vez, serán de dicha y de sosiego al mirarte.
Me duele que vengas a conocer mi país, cuando se ha convertido en un
campo de batalla; dice mi madre cuando ella fue niña, pudo disfrutar sus campos
y correr tras las hojas impulsadas por el viento, sin temor a recibir una bala
o que alguien me levantara a mí porque
ella no cumplió con una cuota.
Te pido respetuosamente que reses por el mundo, porque cada vez quedan
menos lugares para poder escapar de la violencia; por lo que el futuro se nubla
con el humo de las balas y los que todavía nos falta crecer, ya no tenemos un
camino que seguir para mirar sonrientes. Es cierto que creo en la misericordia
de dios, igual que tú, pero a mí me falta llegar tan cerquita, como estás tú de
tu sagrado padre; así es que me dirijo a ti, para que tú le pidas que “No nos
desampare”.
Son tantos los muertos, desaparecidos y olvidados, que éste pueblo
tiene “millones de corazones rotos”, más los que estamos aquí, honrando su
memoria, tenemos que seguir, luchar y gritar para que no se olvide su tragedia;
somos la raza valiente que después de ser conquistada, en vez de rendirse, se
unió a tu fe y sigue aquí presente; México sigue vivo y quiere volver a ser
“esa paloma de la paz”, que conoció el que te antecedió para traernos la
palabra del señor.
Te amo, como tú me amas a mí,
querido hermano Francisco, representante y digno hijo de Dios Padre.
Dedicado a mi sobrino Javier. Yolanda Alarcón Vilchis.
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